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Obama impone la cautela ante las crisis en Siria y Ucrania

La admisión responde a un rasgo de la política exterior del presidente, proclive a sopesar los pros y contras de cada situación

Marc Bassets
El presidente Obama se dirige al helicóptero Marine One en la Casa Blanca.
El presidente Obama se dirige al helicóptero Marine One en la Casa Blanca.SHAWN THEW (EFE)

Oriente Medio se enciende, Rusia y Ucrania flirtean con un conflicto abierto, un sector del Congreso y los medios de comunicación en Washington redoblan los tambores de guerra y, ¿qué dice Barack Obama? El presidente pide prudencia y tranquilidad.

“Todavía no tenemos una estrategia”. La frase, que Obama pronunció esta semana en una rueda de prensa en la Casa Blanca, se interpretó en seguida en Washington como una ‘gaffe’, una metedura de pata. ¿El comandante en jefe acallando los tambores? ¿El ‘líder del mundo libre’ reconociendo que Estados Unidos no sabe qué hacer? ¿Un reconocimiento de la impotencia ante unas crisis que le desbordan? ¿O un ejemplo de transparencia?

La frase se refería a la ausencia estrategia de EE UU para combatir en Siria al Estado Islámico (EI), el grupo yihadista que aspira a crear un califato en Oriente Medio y que ya ha forzado a intervenir a Obama a intervenir en Irak.

Primero la Casa Blanca y el Pentágono deben definir una estrategia, dijo Obama. Después él decidirá si ataca o no en un país en el que hace un año estuvo a punto de intervenir, aunque entonces fuera para golpear al régimen de Bachar El Asad, enemigo del EI. La admisión responde a un rasgo de la política exterior del presidente, proclive a sopesar los pros y contras de cada situación antes de actuar.

Bombardea Irak pero sólo en zonas limitadas y con objetivos definidos. Sanciona a Rusia pero siempre de manera coordinada con la Unión Europea

Obama muestra la misma actitud ante las incursiones en Ucrania. Las denuncia por parte del Gobierno ucranio de una invasión, la difusión de fotografías aéreas de supuestas unidades rusa y la retórica inflamada de Samantha Power, la embajadora norteamericana ante la ONU, hicieron creer que el presidente reaccionaría con contundencia ante el presidente ruso, Vladímir Putin.

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Nada de eso. De nuevo, como con Siria, Obama tiempla los ánimos. Dice que las incursiones no son nuevas y que se repiten desde hace semanas. Se resiste a denominarlas invasión. Insiste en que EE UU excluye una acción militar para frenar a Putin en Ucrania. Y pospone cualquier respuesta la cumbre de la OTAN la próxima semana y a la coordinación con los socios europeos sobre posibles sanciones nuevas.

Obama se ha convertido en una de las voces más moderadas de su Administración, si no en la más moderada. “En ambos casos”, escribió The New York Times después de la rueda de prensa, “el señor Obama adoptó un tono que claramente diferente del de sus consejeros”. Estas diferencias pueden tener algo que ver con un reparto de papeles.

La embajadora Power —como otras predecesoras suyas en la ONU— recurre a un tono agresivo contra los rusos, pero después Obama evita en sus declaraciones cualquier dramatismo y la gesticulación. Portavoces de la Casa Blanca y el Pentágono filtran que EE UU se prepara para bombardear al EI en Siria, pero en seguida el presidente dice que la decisión no es “inminente” y que todavía se discute la estrategia.

Obama es partidario de limitar los riesgos y evitar repetir los errores de su antecesor, George Bush hijo, que invadió Irak en 2003 sin una estrategia definida para la ocupación. Bombardea Irak pero sólo en zonas limitadas y con objetivos definidos. Sanciona a Rusia pero siempre de manera coordinada con la Unión Europea.

“Creo que Obama es un realista, pero tiene mala conciencia”, dijo hace unas semanas un veterano de dos Administraciones a la revista The New Yorker. Sólo así se explica que el presidente conjugue la admiración por el presidente George Bush padre —arquitecto de la Guerra del Golfo en 1991 con una amplia coalición internacional y apóstol de una política exterior basada en la cautela y la ‘realpolitik’— con la inclusión en su equipo de idealistas, partidarios de las intervenciones humanitarias, como Samantha Power.

Obama el gran deliberador: el líder que alarga los debates con sus colaboradores —el aumento de tropas en Afganistán, en 2009, fue resultado de meses de discusiones— y que incluso expone a la opinión pública los debates consigo mismo, sus dudas y matices ante cualquier crisis internacional. “Todavía no tenemos una estrategia”. La frase, poco habitual en un presidente, acaso ofrezca una síntesis la doctrina Obama: primero pensar, después actuar.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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