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Los neonazis salen a la calle para honrar a los héroes griegos

Aurora Dorada reúne a 2.000 personas en Atenas en una celebración nacionalista

María Antonia Sánchez-Vallejo
Partidarios de Aurora Dorada se manifiestan en Atenas el 30 de noviembre.
Partidarios de Aurora Dorada se manifiestan en Atenas el 30 de noviembre.ALKIS KONSTANTINIDIS (EFE)

Como todos los años por estas fechas, el partido ultra griego Aurora Dorada (AD) ha organizado este sábado un acto de homenaje a los “héroes” de Imia, los tres militares griegos fallecidos al caer el helicóptero en el que viajaban sobre ese islote del Dodecaneso en 1996, durante el incidente militar más grave que ha enfrentado a Grecia y Turquía, y que a punto estuvo de acabar en enfrentamiento armado.

Lo que hacía diferente esta vez la efeméride son dos factores cargados de significado: el primero, el tercer puesto logrado por el partido neonazi en las elecciones del pasado domingo (6% de los votos, 17 escaños), y el hecho de que esta fuera su primera aparición pública desde entonces, teóricamente sacando pecho en las calles, como pedía la convocatoria del acto colgada en su página web, aunque en la concentración sólo participaron unas 2.000 personas, según la policía. Cabe recordar que AD tiene a la mitad de su cúpula en prisión preventiva desde septiembre de 2013 por asociación criminal, a la espera de un juicio que podría no llegar a celebrarse si transcurre el máximo de 18 meses de detención provisional (cumplen en marzo) sin convocarse la vista. De ahí la relevancia del resultado de AD en las urnas, tras una campaña electoral de muy bajo perfil y sin movilizaciones masivas. El hecho de que lograran el tercer puesto en las urnas no ha contribuido a romper el ostracismo que sufren, como demuestra que, durante la visita de Martin Schulz, el jueves a Atenas, fuera el único partido de la oposición que no se reunió con el presidente del Parlamento Europeo.

El segundo factor que sazonó la conmemoración de los sucesos de Imia es el homenaje que el nuevo ministro de Defensa, el nacionalista Panos Kamenos, de Griegos Independientes (ANEL) –el pequeño partido que apoya el “Gobierno de salvación nacional” liderado por Syriza-, rindió este viernes a los militares muertos, arrojando una corona de flores a las aguas del Egeo, que sobrevoló en helicóptero acompañado de los jefes de la Marina y las Fuerzas Aéreas. Era la primera vez desde el incidente que un titular de Defensa griego visitaba Imia, un par de islotes deshabitados a siete kilómetros de la costa turca cuya soberanía reinvidica Ankara (se llaman Bardak en turco) y que revisten un interés estratégico para ambos países, al hallarse en la frontera de sus aguas jurisdiccionales y albergar un banco piscícola muy cotizado por las flotas pesqueras de ambos países.

De hecho, la visita de Kamenos –nacionalista confeso y opuesto a la firma de la paz oficial con Turquía- fue seguida, según un comunicado del Ministerio de Defensa griego, por dos F-16 turcos, que no llegaron a traspasar el espacio aéreo heleno al ser interceptados por dos cazas griegos. “La razón del viaje del ministro [Kamenos] a Imia es manifestar su patriotismo y honrar a los que murieron allí; nadie había hecho nunca esto en 19 años”, explicó una portavoz ministerial. Motivaciones al margen, el gesto de Kamenos resucita las viejas tensiones con Turquía, tras años de una cierta entente cordiale entre los dos países. De hecho, en declaraciones al diario turco Sabah, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, manifestó esta semana su deseo de incrementar la cooperación con Ankara.

Aunque coinciden con una sola voz en la denuncia de la política de austeridad y la necesidad de reestructurar la deuda, Syriza y ANEL, los dos socios de gobierno, difieren mucho en otras cuestiones, entre ellas la política internacional. La postura de ANEL, contraria al reconocimiento del nombre de la antigua república yugoslava de Macedonia; a un “acuerdo permanente” con Turquía –uno de los puntos del programa electoral de Syriza- o, en fin, su marcada postura en la conmemoración del incidente de Imia –en la que sólo la intervención del presidente norteamericano Bill Clinton fue capaz de evitar la guerra en 1996- marcan distancia entre los socios. Sólo hay un punto en que concuerdan, y reviste una importancia capital: la apuesta clara por Moscú y la denuncia de las sanciones impuestas al Kremlin por la UE y EEUU.

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