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EE UU sigue con inquietud la crisis y urge a Bruselas un pacto con Grecia

La Casa Blanca no ve un peligro económico en el 'default' de Grecia, pero sí en las consecuencias políticas y económicas para la UE

Pablo Ximénez de Sandoval
El secretario del Tesoro, Jack Lew (a la derecha), con su antecesor Henry Paulson, el pasado día 23.
El secretario del Tesoro, Jack Lew (a la derecha), con su antecesor Henry Paulson, el pasado día 23. AP

Estados Unidos observa el duelo político entre Grecia y la eurozona y sus consecuencias económicas y geopolíticas con una mezcla de preocupación y distancia. Lleva días urgiendo a los líderes europeos a alcanzar un acuerdo, al tiempo que asegura que un eventual desastre no le afecta en absoluto. Desde la ruptura de la negociación, el presidente Barack Obama ha hablado por teléfono con Angela Merkel, François Hollande y Matteo Renzi, mientras que el secretario del Tesoro, Jack Lew, ha hablado con Alexis Tsipras.

El peor escenario posible, el aislamiento y los impagos de Grecia, no afectaría a la economía de EE UU a corto plazo, pero sí existe preocupación por las consecuencias que ello tenga para el crecimiento en la UE. “Es un tema muy preocupante”, dijo Obama el martes al ser preguntado por la situación. “Es un país que ha pasado por momentos muy difíciles en su economía y necesita encontrar una vía hacia el crecimiento y a permanecer en la eurozona”.

La inquietud estadounidense para las consecuencias económicas de la crisis se inscribe en un contexto con implicaciones geopolíticas. El Gobierno de Alexis Tsipras ha mostrado cierta sintonía con Rusia y colabora con él en un proyecto gasístico; China ha hecho importantes inversiones en el puerto del Pireo y, a través de Grecia —miembro de la OTAN— impulsa su nueva vía de la seda hacia los Balcanes.

El mensaje oficial de Washington es tan aséptico que ignora día tras día los acontecimientos en Bruselas para insistir en que ambas partes deben “seguir negociando y encontrar un camino hacia la solución”. El mensaje es siempre el mismo, a pesar de que en Bruselas la negociación como tal es inexistente desde la convocatoria de referéndum y ha sido sustituida por un duelo en el que los líderes europeos han dejado claro que van a obligar a Tsipras a sacar las cartas que sostengan su órdago.

Al tiempo que expresa una profunda preocupación política, Washington intenta tranquilizar a Estados Unidos sobre las posibles consecuencias. “En términos sencillos para los ciudadanos americanos, no creemos que esto tenga un gran impacto sobre el sistema [financiero]”, dijo Obama. Pero “puede tener un efecto significativo en las tasas de crecimiento en Europa, y si Europa no crece como necesita, eso nos afecta”.

La Casa Blanca lleva semanas implicada en el asunto, con rondas de llamadas casi diarias a los líderes europeos en las que el presidente y el responsable del Tesoro insisten en que se encuentre una solución duradera. Durante todo el fin de semana, Lew ha insistido a los líderes europeos en que sigan negociando. En su conversación con Tsipras, según una nota del Tesoro, Lew dijo que la negociación debe contemplar al mismo tiempo “reformas y la discusión de una eventual quita de deuda para Grecia”. La nota de prensa de la conversación entre Obama y Merkel afirmaba que ambos consideran de una “importancia crítica” que Grecia siga en la eurozona.

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En cuanto al referéndum del día 5, mientras en Europa ha sido visto como una bofetada a los acreedores, Estados Unidos se ha guardado mucho de criticarlo. “En Grecia hay en marcha un proceso democrático que tendrán que llevar adelante”, fue la escueta respuesta del portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, al ser preguntado el pasado lunes. Washington no ha respondido si apoya la convocatoria o le parece un error, como los líderes europeos.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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